por Pablo Fernandez
“Encender el fuego en una estufa ahorradora es quererle mucho, es tenerlo en un lugar especial” – Doña Martha, 2023, investigadora comunitaria sentipensante.
Durante los últimos cuatro años (2021-2024), tuve la fortuna de participar en un proyecto de investigación e incidencia en la sierra nororiental de Puebla, México, dirigido por la Fundación Tosepan A.C. y financiado por el Programa Nacional Estratégico (PRONACE) de Energía y Cambio Climático del CONAHCYT. Este proceso transformó mi comprensión sobre el trabajo colectivo, el diálogo de saberes y la construcción de soluciones comunitarias.
El proyecto “Energía para el yeknemilis (buen vivir) de la sierra nororiental de Puebla” se originó como respuesta a la necesidad de proteger el territorio contra megaproyectos destructivos, como la minería a cielo abierto y la imposición de hidroeléctricas, que fragmentarían el territorio (Tlali, 2014) y violarían el Programa de Ordenamiento Territorial de Cuetzalan (CUPREDER, 2010). Desde su inicio, el proyecto cuestionó el enfoque de investigación tradicional que considera a las comunidades como objetos de estudio sin capacidad de aportar soluciones. En cambio, se aplicó un análisis participativo, donde los habitantes identificaron sus propias necesidades energéticas y propusieron soluciones desde su cosmovisión y saberes. Esto se facilitó mediante metodologías participativas (Durston y Miranda, 2002), como talleres basados en la investigación-acción y la educación popular, promoviendo un aprendizaje colectivo y dinámico en el que todas las voces fueron escuchadas.
A partir de estos talleres, generamos árboles de problemáticas y soluciones que nos permitieron encontrar los puntos de coincidencia entre las distintas comunidades y asegurar que, al menos las principales problemáticas como, por ejemplo, el uso excesivo y las afectaciones a la salud por el uso ineficiente e inseguro de la leña, tuvieran una solución consensuada como, en este caso, la implementación de estufas ahorradoras de leña.
La reflexión colectiva sobre problemáticas y soluciones permitió construir un proyecto alineado con las necesidades de la gente, facilitando su participación. Este ejercicio reveló que el problema central es la imposición de un modelo energético dominante que rompe con prácticas sociohistóricas mediante tecnologías que dependen de unas pocas fuentes, principalmente hidrocarburos. Aunque el modelo hegemónico se presenta como “sustentable” o “verde”, depende de energías renovables modernas como electricidad y gas (PNUD, 2018). Mediante procesos colectivos, se decidió proponer un modelo alternativo de gestión energética adaptado a las formas de vida rurales de la sierra nororiental de Puebla, promoviendo el yeknemilis (buen vivir) con inclusión intergeneracional y equidad de género. Este enfoque se basa en el Plan de Vida de la sierra, recogido en el Códice Masewal (Boege & Fernández, 2022), que orienta la autonomía energética como parte del buen vivir.
El huracán Grace en 2021 también impulsó la reflexión sobre nuestra dependencia de la electricidad, al dejar a varias comunidades sin servicio durante semanas. Esto subrayó la importancia de otras energías locales como el sol, la fuerza humana, la leña, y el agua, dando a la electricidad y los hidrocarburos su justo lugar en la diversidad energética. Este proceso llevó a cuestionar el concepto de energía, ya que, al buscar un modelo alternativo, era necesario replantearlo fuera de los principios físicos y económicos dominantes que la definen como capacidad de generar trabajo, medible y comerciable (SENER, 2016; Toledo, Garrido, & Barrera, 2014).
Gracias a la convocatoria de la Unión de Cooperativas Tosepan, más de 100 personas participaron en diálogos sobre el concepto de energía desde las culturas masewal, tutunakú y mestiza. Se identificaron más de 90 prácticas relacionadas con la energía, profundizando en su complejidad y destacando la centralidad de la vida en esta visión, en concordancia con una cosmovisión biocentrista (Massieu & Talavera, 2022). Así, se comprendió la contradicción entre dos visiones opuestas de energía: el modelo hegemónico tecnoeconómico y antropocéntrico, y el modelo comunitario biocentrista, que se basa en la vida, el respeto y la reciprocidad con el territorio.
Aquí experimenté el verdadero diálogo de saberes. Desde una visión positivista, estas concepciones de la energía parecerían irreconciliables y mutuamente excluyentes. Sin embargo, gracias a la experiencia de las organizaciones sociales e instituciones académicas participantes, se logró construir una visión integradora que no rechaza ninguna de las dos perspectivas. En su lugar, se concibe la energía como algo dinámico y en constante transformación, en lugar de una definición estática y definitiva. A partir de estos diálogos podría decir que la energía es una:
“Fuerza vital que se encuentra en las manifestaciones energéticas del territorio, la cual se puede aprovechar para realizar nuestros quehaceres diarios, bajo los principios de respeto y reciprocidad hacia todas las formas de vida”.
Es importante señalar que esta es una percepción personal, basada en las reflexiones y diálogos del proyecto, ya que, hasta el momento de escribir este ensayo, no existe un consenso sobre una definición de energía. Sin embargo, el grupo de trabajo ha consensuado colectivamente cómo nombrar tres conceptos fundamentales en la lengua masewal (náhuatl de la sierra nororiental de Puebla).
Esta visión de la energía nos permitió cambiar la forma de gestionarla. Comprendimos que la energía no es un recurso a explotar para intereses humanos, sino algo vivo con lo que compartimos el territorio y que merece respeto, manifestándose a través del fuego, el agua, el viento, los rayos, la tierra y otros elementos. Martha, de 53 años y miembro del grupo de investigación comunitaria, lo resume así: “poner el fuego en una estufa ahorradora de leña es quererle mucho, es tenerlo en un lugar especial”. La gestión energética no solo implica eficiencia o rentabilidad, sino también cuidar a las yolchikawalismeh (fuentes de energía) para que nos cuiden, integrar saberes locales para soluciones adecuadas, organizarse de forma horizontal y promover el diálogo de saberes para gestionar los sistemas energéticos.
Con esta perspectiva, el proyecto avanzó en áreas clave: innovamos tecnologías energéticas a través de procesos participativos, fomentamos la “inteligencia energética comunitaria”, formamos grupos de investigación y cooperativas, propusimos políticas públicas para la generación de energía comunitaria y diseñamos un Centro de Innovación para el Aprendizaje y Aplicación de Tecnologías Energéticas Sociales. Así, construimos el modelo de gestión de yolchikawkayeknemilis (energía para y desde el buen vivir), basado en la autogestión, inclusión, resiliencia, respeto, productividad, en la replicabilidad y la bioculturalidad del territorio y valores como la confianza, generosidad, arraigo territorial, ayuda mutua y transparencia, inspirados en el códice masewal (Boege & Fernández, 2022).
Esta experiencia de construcción colectiva, centrada en la energía, me ha llevado a replantearme la forma de acercarme al conocimiento y a los saberes locales, mirándolos con mayor respeto y comprendiendo que no necesitan hacer sentido a todas las personas para ser válidos. Cada quien entiende el mundo desde diferentes marcos epistémicos y de referencia, y estos saberes pueden enriquecer nuestra comprensión de las relaciones entre el ser humano y la naturaleza de manera más compleja e integral, ya que surgen de una reflexión colectiva, lo cual los hace válidos y relevantes.
El camino a seguir en este proceso sigue siendo, al menos para mí, una incógnita que solo el tiempo resolverá. Lo que sí tengo claro es que se resolverá de forma colectiva y reflexiva, caminando juntos con todas las formas de vida que habitan el territorio.
Boege, E., & Fernández, L. E. ((Coordinación, facilitación y compilación) de 2022). Plan de vida de los pueblos Masewal, Tutunakú y Mestizo de la sierra nororiental de Puebla. Códice Masewal. Cuetzalan, Puebla, México: Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske, Alteptajpianij, Red de Patrimonio Biocultural de México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Rosa Luxemburg Stiftung.
CUPREDER. (2010). Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial de Cuetzalan. Puebla, Puebla: Diario Oficial del Estado de Puebla. Durston, J., & Miranda, F. (2002). Experiencias y metodología de la investigación participativa.
CEPAL-SERIE Políticas Sociales. Fernández, J. P., Lomelín, L. E., & Ramírez, B. (2022). Caracterización del Consumo y Producción de Energía Local. Cuetzalan, Puebla: PRONAII-CONACYT: Energía para el yeknemilis (buen vivir) de la sierra nororiental de Puebla. Massieu, Y., & Talavera, I. (2022). Biocentrismo: conflicto epistemológico y social en la relación sociedad-naturaleza. VEREDAS. REVISTA DEL PENSAMIENTO SOCIOLÓGICO, 14-45.
PNUD. (2018). Pobreza energética: análisis de experiencias internacionales y aprendizajes para Chile. Santiago de Chile: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
SENER. (14 de febrero de 2016). Día mundial de la energía. Obtenido de Blog de la Secretaría de Energía del Gobierno de México: https://www.gob.mx/sener/articulos/que-es-la-energia-14defebrerodiamundialdelaenergia#:~:text=Es%20la%20capacidad%20que%20tiene,magn%C3%A9tica%2C%20nuclear%2C%20entre%20otras.
Tlali, T. (17 de Junio de 2014). El Ordenamiento Territorial Ecológico de Cuetzalan, una herramienta para la defensa del territorio ante megaproyectos. La Jornada de Oriente.
Toledo, V., Garrido, D., & Barrera, N. (2014). Conflictos Socioambientales, resistencias ciudadanas y violencia neoliberal en México. Ecología Política, Cuadernos de Debate Internacional, 46, 114-124.
Pablo Fernandez cuenta con un Máster en ciencia y tecnología de la sostenibilidad con 13 años de experiencia en investigación y desarrollo de proyectos comunitarios enfocados en la implementación de tecnologías sociales y ordenamiento del territorio. Es integrante del colectivo de investigación e incidencia del proyecto.